14 de febrero de 2010

JUBILACIÓN, JUBILEO



No todos los jubilados sienten júbilo al abandonar definitivamente sus ocupaciones laborales, pero por lo general nuestra idea del trabajo es fiel a las raíces etimológicas del término. «Trabajo» viene de la voz latina «tripalium» que designaba cierto instrumento de tortura. Liberarse del tormento es motivo más que suficiente para ponerse a cantar, pues eso significa el verbo «iubilare»: lanzar gritos de alegría o «iubili», que eran las voces dadas por los campesinos en las celebraciones y en los ratos de expansión. La familia léxica de «júbilo», «jubilar» y «jubilación» está poblando estos días los periódicos por motivos de todos conocidos, y junto a ella aparece de vez en cuando el término «jubileo» que, aunque no lo parezca, es de otra estirpe. El jubileo no es lo mismo que la jubilación, ni siquiera en sentido figurado. Desde principios del siglo XIV se conoce por «jubileo» ―también «Año Santo»― una determinada celebración de la Iglesia, que tiene lugar cada cuarto de siglo, en la que los fieles pueden obtener la indulgencia plenaria por medio de la bendición papal. El jubileo cristiano tiene su origen en otra fiesta judía a la que el pueblo era convocado con el sonido del cuerno de un macho cabrío o «hayyobel», de donde le viene el nombre. Si la jubilación evoca al mundo de los pastores, el jubileo nos lleva al de las cabras, pero el parentesco entre los dos términos empieza y acaba en esa curiosa coincidencia. Bien es cierto que no han vivido totalmente de espaldas el uno del otro. Algunos estudiosos consideran que «jubileo» ha influido en «jubilación» porque ésta se obtenía cumplidos los 50 años de trabajo, aproximadamente el mismo tiempo que mediaba entre los primeros jubileos antes de que pasaran a celebrarse cada 25 años. En cualquier caso, sépase que no son palabras sinónimas.


Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 13.2.2010.
(La viñeta, de Oroz en Diario de Navarra)

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